CON SOLO CINCO AÑOS NOS
OFRECE UN EJEMPLO A SEGUIR
Noa es una niña de seis años que, con solo cinco, nos pidió que le hiciéramos acupuntura. Es pizpireta, no para de hablar y cuenta con una madre y un padre, jóvenes, que hacen acupuntura desde hace mas de tres años. Su madre ejerce la profesión de peluquera y su padre se desempeña en la administración de una empresa de materiales de construcción, en tanto mantiene dos vocaciones: la cocina y el fútbol, esta última como seguidor del mejor equipo del mundo (obviamos precisiones innecesarias en esta última información, porque todo el mundo sabe cuál es el mejor equipo de fútbol de todo el mundo).
Noa algún día será mayor. Ese día se encontrará mucho más regulada bioenergéticamente, con las defensas mucho más fuertes y mejor preparadas para los avatares de la vida emocional y física que sus padres e, incluso, que nosotros mismos, que llegamos a esta terapia ya mayores. Algunos más mayores que otros, claro está. En tanto, sus otros familiares, abuelos, tíos, etc., y los amiguitos y amiguitas de su entorno escolar, sufren su mirada por sobre el hombro.
Noa, algún día, leerá “El Principito” de Exupèry con otros ojos, los que ya estarán provistos de una experiencia vivida en la que se incluirán sentimientos que hoy desconoce y, cuando lo haga, una dedicatoria le recordará que tuvo unos amigos que le ponían agujas que le hacían muy bien para su salud. Hasta tanto que eso llegue, todavía tiene que pasar por todos los golpes que recibe el cuerpo en la pubertad y en el comienzo de la adolescencia.
Noa será una chica muy guapa, simpática y estudiosa. Su madre será una muy buena profesional de la estética femenina, con la seguridad que ofrece la regulación energética; en tanto que su padre podrá seguir desfrutando de los malabares de esos chicos maravillosos que se comunican con la mente para disfrutar todos de sus habilidades con la pelota. Su equipo seguirá siendo el mejor del mundo: en su equipo –no es el único- muchos de sus jugadores, desde los años setenta, disfrutan de la acupuntura.
OFRECE UN EJEMPLO A SEGUIR
Noa es una niña de seis años que, con solo cinco, nos pidió que le hiciéramos acupuntura. Es pizpireta, no para de hablar y cuenta con una madre y un padre, jóvenes, que hacen acupuntura desde hace mas de tres años. Su madre ejerce la profesión de peluquera y su padre se desempeña en la administración de una empresa de materiales de construcción, en tanto mantiene dos vocaciones: la cocina y el fútbol, esta última como seguidor del mejor equipo del mundo (obviamos precisiones innecesarias en esta última información, porque todo el mundo sabe cuál es el mejor equipo de fútbol de todo el mundo).
Noa desde
los tres años ha sido atendida en nuestra consulta aquejada de los síntomas
habituales de los niños y niñas en los últimos años: hiperactividad, mal dormir
y algunas afecciones de piel, como sarpullido, manchas y hongos. Aconsejamos
cambios en la alimentación, suspender la piscina pública por un tiempo y
acometimos un tratamiento a base de auriculoterapia y moxibustión, con el
acostumbrado argumento de que en Occidente hacemos acupuntura a los niños de
más de ocho o nueve años, antes no.
No son ellas, pero se parecen |
Noa
lentamente se fue convirtiendo en parte de nuestra familia, nos ganó su
simpatía y su confianza, así como su disposición a ser tratada ya con aurículo como con moxibustión. Tal como señalamos más arriba quiso ver a sus padres con
las agujas puestas, hizo muchas preguntas. Su confianza en nosotros quedó
manifiesta el día en que preguntó porque a ella no se le hacía acupuntura. No
sin temor al rechazo por la sensación que produce la aguja al conseguir su
propósito (en nuestro lenguaje: alcanzar el Qi o Chi) se comenzó un tratamiento
que hoy por hoy se reduce al mantenimiento de su regulación energética, salvo
los desarreglos provenientes de algún alimento, el tragarse una moneda o
causado por el clima habitual en Galicia: lleno de altibajos.
Noa algún día será mayor. Ese día se encontrará mucho más regulada bioenergéticamente, con las defensas mucho más fuertes y mejor preparadas para los avatares de la vida emocional y física que sus padres e, incluso, que nosotros mismos, que llegamos a esta terapia ya mayores. Algunos más mayores que otros, claro está. En tanto, sus otros familiares, abuelos, tíos, etc., y los amiguitos y amiguitas de su entorno escolar, sufren su mirada por sobre el hombro.
Noa, algún día, leerá “El Principito” de Exupèry con otros ojos, los que ya estarán provistos de una experiencia vivida en la que se incluirán sentimientos que hoy desconoce y, cuando lo haga, una dedicatoria le recordará que tuvo unos amigos que le ponían agujas que le hacían muy bien para su salud. Hasta tanto que eso llegue, todavía tiene que pasar por todos los golpes que recibe el cuerpo en la pubertad y en el comienzo de la adolescencia.
Noa será una chica muy guapa, simpática y estudiosa. Su madre será una muy buena profesional de la estética femenina, con la seguridad que ofrece la regulación energética; en tanto que su padre podrá seguir desfrutando de los malabares de esos chicos maravillosos que se comunican con la mente para disfrutar todos de sus habilidades con la pelota. Su equipo seguirá siendo el mejor del mundo: en su equipo –no es el único- muchos de sus jugadores, desde los años setenta, disfrutan de la acupuntura.