¿Puede
haber pacientes que estén siendo tratados con doce medicamentos a un mismo
tiempo? (Juntemos las yemas de los dedos de una mano dos o tres veces seguidas
y tendremos la respuesta).
La paciente M.E.R., tiene 64 años, vive con su
marido y tiene una hija de 29 que vive emancipada pero pendiente de su madre.
O, para decirlo con mayor propiedad, su madre la tiene pendiente de sí misma
sin consideración alguna. “Una pastilla es para la tensión, otra para el dolor
y no me hace nada, otra para la diabetes, otra para el colesterol, otra para
dormir, otra por la mañana porque si no me despierto, una más para los gases,
otra para los nervios, otra para la circulación, otra como protector para el
estómago, una más para la retención de líquidos mire como tengo las piernas y
otra para los nervios… hay, entonces tengo dos para los nervios, deben ser nervios
distintos”.
"ESTÁ MUY NERVIOSA ¿QUE HAGO?"
Sensación de ternura. No sabes qué decirle. Ningún médico receta un medicamento para hacer daño. Pero si es verdad que en muchos casos se superponen recetas por causas que deberían ser previsibles: repetidas visitas a urgencias combinadas con citas con su médico de cabecera al tiempo de llamadas telefónicas del familiar al médico “de pago” que es medio amigo con solicitudes del tipo: “está muy nerviosa, que hago”, y más tarde la, o el, paciente continua con el medicamento que debería de haber sido puntual para aquel día, no digamos cuando además se hace intervenir al psiquiatra, completando así la monumental ensalada medicamentosa.
Si
tenemos en cuenta aquello que hemos repetido hasta la saciedad, que cada
medicamento tiene comprobados sus efectos secundarios, pero que ningún laboratorio
estudia los colaterales que provocarán la combinación de dos fármacos (mucho
menos la combinación de tres, cuatro, o ¡doce!) es ya imposible determinar qué
es lo que experimentará el castigado cuerpo y sistema emocional del enfermo.
La
recomendación más adecuada sería pedirle al paciente o, a su familiar más
cercano, que vuelva al médico de cabecera y le pida que verifique el conjunto
de recomendaciones, señalándole que tal o cual fármaco –por ejemplo- “le está
provocando la aparición un sarpullido que más tarde le provoca el nerviosismo,
ya que cuando se olvida de tomarlo no le sale el sarpullido” (por cierto, es este
un ejemplo bastante común). Una terapia de choque sería suspender todo,
desintoxicar el cuerpo y comenzar de nuevo con cada medicamento según la aparición
de cada síntoma, es evidente que esta fórmula tendría que ser controlada por el
médico responsable, el de cabecera, el habitual, puesto que hay compuestos que
no se pueden suspender ni un solo día.
SINDROME DE ABSTINENCIA
Todo
hay que decirlo, el azar en este caso fue fundamental, puesto que el síndrome
de abstinencia pudo haberle provocado un ictus o algo peor. Por tanto, la
cuestión no está en suspender la ingesta en su totalidad y de un golpe, sino,
tal como dijéramos más arriba, haciéndolo bajo control médico, de forma
paulatina y a medida que el paciente y su médico comprueben la mejoría. La
acupuntura no es magia. Pero bien administrada… como si lo fuera.