no pocas esclarecedoras emociones
Una película "de médicos" poco recomendable como entretenimiento, de título poco ilustrativo y que puede resultar para algunos espectadores tremendamente aburrida: "Síndromes y un siglo", resulta ser de un gran valor para quien disfruta con la pesca de momentos lúcidos, ya sea en un filme, una novela, el relato de un paciente o en el diálogo fortuito cuando se comparte un ascensor.
El citado filme es de origen tailandés y según se promociona, su director cuenta en él la historia de amor de sus padres, ambos médicos. El relato cinematográfico no puede ser más al ralentí, provoca incluso un cierto grado de inquietud en el "lector" occidental.
Uno de los momentos más bellos es el que se produce cuando, una vez pasado un breve tiempo después que el protagonista es entrevistado por la doctora que selecciona el personal y fuese incorporado a la plantilla, aparece sentado en un banco en el pasillo del hospital y al cruzarse la doctora se pone de pie y con la cabeza inclinada hacia adelante saluda a la doctora, ella se detiene y he aquí el diálogo:
.- Buenos días doctora.
.- Buenos días doctor.
Y al ver que el hombre no se vuelve a sentar, le pregunta:
.- ¿Quiere usted decirme algo?
.- Si doctora -le dice el protagonista y le pregunta
sin levantar la cabeza- ¿quiere usted que seamos novios?
Así nos mete el realizador en la representación de una forma de vivir y expresar los sentimientos de difícil digestión para nuestras costumbres. En nuestro sistema la actitud del protagonista resulta no menos que ridícula, incluso risible.
Pero esto es nada comparado con la siguiente escena.
La doctora entrevista en el hospital a un paciente, éste es un monje. La doctora es tailandesa, pero tiene una formación médica occidental. El paciente le cuenta que por la noche tuvo una pesadilla y que se cayó de la cama dándose un golpe tremendo.
.- Doctora, necesito que me mire por si tengo algo roto.
.- Usted se va a tomar estas pastillas -mientras comienza a redactar
la receta- para controlar la inflamación y el dolor.
.- No doctora lo que yo quiero es que me mire si tengo algo roto.
La doctora, un tanto autoritaria e impaciente, insiste:
.- Se va a tomar estas pastillas...
El diálogo se repite una y otra vez hasta que el monje saca de un bolso un paquete pequeño y alcanzándoselo le dice:
.- Doctora, tómese estas hierbas en infusión tres veces al día y verá como corrige esa menstruación irregular que tanto trastorno le trae.
La doctora recoge las hierbas con con gesto agradecido y sin sombras de sorpresa le contesta:
.- Así lo haré y muchas gracias.
Por cierto, en otra escena de la película, el estomatólogo le canta una canción al paciente mientras le efectúa una endodoncia.