EN TODA SU DIMENSION EL BENEFICIO
QUE LE OCASIONA LA ACUPUNTURA
Manuel, José Antonio, Mercedes, Juan, Eresto y un largo etcétera, son pacientes que han sufrido o sufren una parálisis parcial o total -hemiplejias, paraplejias o tetraplejias- a los cuales la acupuntura les ha ayudado y ayudan a sobrevivir con una calidad de vida razonable. Sin embargo en estos casos el paciente es el único que puede valorar esa mejora. El entorno, tanto familiar, afectivo en general, como sanitario, a no ser por el resultado de las analíticas y/o pruebas radiológicas, permanece largo tiempo sin apreciar la mejora del paciente.
Esta situación de apariencia anómala es perfectamente explicable dada las expectativas "del otro" en comparación con la vivencia del paciente. Los ejemplos abundan. En este último año hemos tratado un tetrapléjico muy especial, Néstor Jorge, piloto de motocross de 600 y hasta 1000 C.C. con máquinas de última generación, campeón de España por dos veces en la categoría Supermotard, que el 24 de agosto de 2008, en el campeonato de Austria y con solo treinta y dos años de edad, quedó tetrapléjico en un accidente fortuito en la previa a la prueba. El joven tinerfeño vivió para las motos desde muy joven, acumulando premios de forma sistemática y ganándose el cariño de aficionados y no aficionados a las motos debido a su carácter abierto y seductor.
Después de innumerables tratamientos, en distintos países de Europa durante los últimos cinco años, sus padres, incansables, lo trajeron a Galicia para ser tratado en la Fundación Foltra. Al parecer no era un caso, dentro de su patología, que podría encuadrarse en los tratamientos de la citada institución y así, finalmente, sus padres nos pidieron una cita para practicar una prueba a su hijo. Una vez realizada la medición bioenergética por medio del riodoraku, y observado el desequilibrio, por otra parte esperado, y antes de proceder a aplicar la acupuntura, mantuvimos una larga conversación con sus padres, en ella, fundamentalmente, se trató de hacerles comprender, primero, que la acupuntura realizaría una regulación de su energía, pero la cual no sería evidente para ellos mismos, sino solo para Néstor y, segundo, que a pesar de lo afirmado esa mejora nunca la encontrarían suficiente.
COMUNICAR Y COMUNICARSE
Néstor Jorge, tetrapléjico, con sus padres |
Pues bien, la primera pregunta obtuvo la esperada respuesta: “Dime Néstor ¿Patricia (Patricia es mi mujer y él no tenía por qué saberlo, sino más bien creer que solo era mi enfermera ayudante) te parece guapa?”. La respuesta fue inmediata: un cierre de ojos que nuestro corazón nos dijo que seguramente estaba acompañado de una pícara sonrisa que Néstor era incapaz de realizar.
Antes de cada sesión –dos a la semana, que realizábamos en el piso que sus padres habían alquilado especialmente para su estancia en Galicia- efectuábamos una medición bioenergética y sus padres podían comprobar in situ la corrección positiva que se estaba experimentando en su hijo. Otro dato evidente era el que los reflejos de Néstor eran cada vez más notables (al aplicarle agujas en los puntos más distales de sus extremidades inferiores, sus pies, sus piernas, mostraban una clara reacción: un “saltito”, calificaban su padre).
El siguiente dato positivo fue el resultado de sus analíticas posteriores, así como la sorpresa del médico de cabecera que manifestó encontrarlo “mucho mejor” sin tener nada claro el porqué. Es verdad que –con los fríos y humedad ambiente de Galicia-, mantenía un grado de flemas en su aparato respiratorio que costaba superar. Se le moxaban puntos en la espalda y el pecho, en tanto llegábamos a comprobar su sensibilidad cuando, por ejemplo, al acercarle nuestra mano a su pecho o espalda, por ejemplo, y preguntarle si la sentía, el cierre por una vez de sus ojos nos confirmaban que sí, que la sentía.
SU PLENO CONSENTIMIENTO
Néstor Jorge en toda su plenitud |
Siempre me dió la impresión que al vernos, especialmente al ver a mi bella y adorada Patricia, ese guapo y alto joven deportista atado a su silla sentía un leve aliento de felicidad y resignación. Acompañar a sus padres en un trance de tal anvergadura, compartir verdaderamente su dolor, es imposible. Ponernos en sus zapatos –como se suele decir en algunos lugares de este castigado mundo- es imposible y, por último, compadecerles es sencillamente un insulto, sobre todo viendo con que entereza, con que envidiable fuerza, conllevan su dolorosa tarea en persona, delegando solo las atenciones profesionales del fisioterapeuta, masajista, médico, enfermera y, en nuestro caso, acupuntor, no sin preguntar su padre en alguna ocasión si esto o lo otro “¿no podría hacérselo yo si hiciera falta?”
Néstor Jorge en plena faena |
(Si el lector hace clic en el siguiente enlace puede entrar el la página web del joven deportista: http://www.nestorjorgecabrera.com/ )
Podríamos agregar numerosos ejemplos parecidos, pero tan rotundos como este es muy difícil. Sin embargo debemos recordar aquí que los hubo tan singulares: El hombre de empresa, de muy buen nivel económico, casado por segunda vez con una mujer mucho más joven y guapa, ex monja carmelita que dejó los hábitos para dedicarse “a los necesitados desde un lugar en el que estuviese más cerca del interesado” (el sindicato Comisiones Obreras, cercano en su fundación al Partido Comunista) y que con su hemiplejia a cuestas llegaba a la consulta ¡conduciendo! su flamante Mercedes deportivo; o el empresario -también hemipléjico- que ante el siguiente comentario crítico de su médico: “¿De qué le sirve la acupuntura si está caminando peor que antes?”, le respondió sin pestañear: “Antes caminaba con la ayuda de dos aparatos metálicos pesados, con una pierna y arrastrando a otra y ahora camino mucho peor, con las dos piernas y un bastón”.
A LOS PIES DE SU AMADA
O al también empresario que en el momento de colocar los zapatos a su amada compañera, después de haber recibido ésta su sesión de acupuntura, le dijimos aquello de “Fíjate Mercedes lo que has tenido que hacer para conseguir que tu marido se ponga a tus pies”. Mercedes mejoró tanto que más tarde escapaba al Corte Inglés y le dejaba “temblando de frío” la tarjeta de compras a su marido y este lo comentaba con una amplia sonrisa, claro está. O aquel hemipléjico que se sintió tan bien después de unas cuantas sesiones que se levantó de la camilla solo y sin esperar ayuda, arrasando en su caída con los cuadros y diplomas que colgaban de la pared. O aquel –tetrapléjico- que su mujer lo traía desde Portugal y que para nuestro asombro “hablaba” con él con toda naturalidad puesto que ella entendía lo que su marido le decía con la mirada. En cierta ocasión nos invitó, a mi mujer y a mí, a comer un domingo en su casa de Portugal. A los postres ella me dirigió la siguiente pregunta: “Dice mi marido si le apetece una copa y que si prefiere güisqui o coñac, aunque tenemos muy buen Oporto, por su puesto”. No nos resistimos a hacerle la pregunta: “Perdón, ¿eso último del Oporto lo agregó usted?” “Pues no, claro que no, por supuesto”, respondió la mujer.
Por último, un recuerdo de la también deportista olimpica, joven, guapa, en este caso parapléjica, que conducía su -preparado para el caso- automóvil y, para nuestro asombro, cuando el primer dia de tratamiento le propusimos el desafío de subir sóla a la camilla desde su silla de ruedas, aceptó y después de hacer que le bajáramos la camilla automática a su altura, apoyando su puño izquierdo sobre ésta y su mano derecha sobre el brazo de la silla previamente frenada, de un salto se plantó en medio de la camilla. Asi como de aquel empresario de la madera, también parapléjico, que acompañaba a sus trabajadores al bosque donde se talaban los árboles que eran objeto de su negocio, llegó a sentirse tan bien que daba órdenes desde su coche -tambien preparado para su coodidad- en pleno invierno, con la ventanilla abierta y naturalmente la calefacción del asiento puesta al máximo, tanto, que se quemó el culo sin enterarse.
No obstante, en ningún caso como es obvio, “el otro” ha podido experimentar las mejoras que el paciente recibiera y, tal como dijéramos más arriba, en algunos, para colmo, el paciente no ha podido manifestar de forma clara su paulatino bienestar. A pesar de ello siempre (SIEMPRE) mereció la pena el esfuerzo realizado, tanto por unos como por los otros.