transferencia y "oigo voces dentro de mi"
1) A.V.G., paciente de sexo femenino, cuarenta años, dos hijos que rondan los veinte, casada con gestor de mediana empresa, ambos muy buenas personas, ambos son pacientes desde hace mucho tiempo. Ambos llevan ahora más de un año sin visitarnos.
Tal como decíamos, quien ahora se presenta es la mujer (A.V.G.). Temblorosa, mirada perdida, mal peinada, vestida con prisa, transpirando copiosamente, nos dice: "Quiero que vea a mi marido... no está bien. También a mi hijo el mayor y a mi cuñado. Mi padre está muy mal. Tiene que ponerle agujas a todos".
Pregunta: ¿Y usted que tal se encuentra?
Respuesta (con expresión de sorpresa, casi de incredulidad): ¡Yo estoy bien! solo vengo a pedirle cita para ellos.
2) Una madre trae a su hijo de quince años, lo deja en la sala de espera para presentarnos el cuadro: "Se lo traigo porque siendo como es, un estudiante de primera, ahora, de golpe, no logra concentrarse".
Pregunta: Haga memoria, ¿por casualidad no le pasó lo mismo el pasado año para estas fechas?
Respuesta: Ahora que lo dice... es verdad. ¿Será por el profesor?
3) "Mi mujer está loca, nunca tiene ganas y ahora quiere separarse. ¿Hay alguna aguja para arreglarla?"
Pregunta: ¿Usted la ama? ¿Le gustaría volver a casarse con ella?
Respuesta: Creo que si.
4) Paciente de 28 años, que responde a las iniciales J.F.T., varón, soltero, sin trabajo, mirada fija en los ojos del interlocutor. "Vengo porque oigo voces que me dicen que tengo que matar a alguien".
Pregunta: ¿Desde cuando?
Respuesta: Hace mucho.
PALIATIVOS OCURRENTES
En el primer caso es evidente la necesidad de convencer a la paciente que quien más necesita agujas es ella misma, y la primera punción será VB 41, punto que regula, según los antiguos escritos, "lo alto y lo bajo", el yin y el yang, las emociones y el soma.
Al tercero habrá de explicarle que si quiere tomar té, sea éste verde, rojo o negro, de Ceylán, o chino, primero tiene que calentar el agua, con agua fría es imposible lograr la infusión. Tiene que volver al principio de la historia, cuando ejerció su mera condición de seductor, cuando era todo amabilidad y dulzura con tal de conseguir agua caliente para el té. No es otro que él mismo quien necesita acupuntura, comenzando por tonificar su voluntad. Otro al que, por distintos motivos que al el anterior, habrá que alimentar el R, sedar el H y enseñarle que -aunque parezca demodé- si le abre la puerta del coche para que su chica suba, ella sentirá cierto rubor (calentar, no solo que calienta el agua, también la sangre).
JLE